El día después: euforia y obligación
La sensación de euforia apenas dura unas horas. Hay que recordar las palabras de Miguel Ángel Russo, post estrella 15: “la gloria solo dura una noche”. En concordancia, ganamos el partido. Por supuesto que se vale celebrar. Pero ese no es el objetivo final.
Eso sí: nadie le va a quitar méritos, merecimientos y hasta casualidades a la noche anterior. El mérito es todo de Alberto Gamero. Así no quiera usar la palabra “presión”, le tocó vivir en carne propia el peso del juzgamiento de los hinchas. Porque a esta victoria llegamos, en parte, porque ellos fueron en masa hasta el entrenamiento. Expresaron su inconformidad, nuestra, de todos, detrás de un alambrado. Hasta que los escucharon. El propio técnico salió a dar explicaciones. Y confirmó algo esperado: Juan Moreno, hasta ayer Juanito, sería el portero titular ante Atlético Nacional.
Sobre los merecimientos, aparte del espigado guardameta, dice el viejo adagio “al que le van a dar, le guardan”. Los planetas, astros, hasta la bendita casualidad, permitieron que Emerson Rivaldo fuera la figura del partido. Ese pasito adelante, ese amague, para desencajar la mole argentina de apellido Braghieri, en el centro del área pequeña, fue suficiente para rematar. Se cansó de correr y fastidió hasta el hartazgo la defensa verde. Osorio ya estaba desencajado con él. Salió reemplazado en una camilla, exhausto, con las manos en la cara encima de la lona azul. No señalaba gestos de dolor. Quería seguir jugando. Eso era. Hasta que el cuerpo le dijo no más.
Con los goles de Ayron y Chicho, rebote de penal y fusilamiento efectivo, consecutivamente, Millonarios perdió a Juan Pablo Vargas por una acción donde la video asistencia arbitral se percató del último hombre, así como la falta manifiesta. Aún con 10 hombres, Millonarios no sufrió a Nacional, que parecía venirse en avalancha. Eso no pasó. Los visitantes fueron impávidos al ver el fuego en los ojos de los embajadores. Algo cambió para bien en este partido. Esa diferencia la vuelve hacer Macalister. Así como dio la cara ante los hinchas, ayer dejó destellos de lo que puede hacer cuando se echa el equipo al hombro. No podemos ser dependientes de un jugador, pero nos hizo mucha falta, para qué negarlo. Que sus piernas sean rezadas y aseguradas: lo vamos a necesitar en este tramo final.
Ahora juega la memoria. Desde 2016 no les ganábamos en Bogotá. Desde 1985 no se le hacían tres goles en el primer tiempo y desde 1966 esa misma cantidad, pero en condición de local. Qué bonito es florearse en la victoria. Esto eleva el espíritu. Gracias por el buen momento, muchachos, pero el objetivo no debe ser ganarle a Nacional, en casa o fuera de ella. El enfoque inmediato es otro: se llama Copa Sudamericana.
Palabra de Russo: la euforia solo puede durar una noche. Hoy, mañana, será otro día con otra obligación. Y esto es Millonarios. Acá no hay margen de error. Debe ser normal ganarles la próxima vez que los veamos. Y la siguiente. Y así para siempre.
Próxima parada: Deportivo Cali, Palmaseca, copa internacional. Nunca hemos ganado allá. Con dos goles bastan. Y con Juan Moreno voy tranquilo.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco