El día después: el jueves será lo que deba ser
Era matar o morir. El baile sádico entre cazador y cazado. Sobrevive uno pero no los dos al tiempo. Se estudiaron, fueron cautelosos. Se vieron a los ojos para ver quién mostraba más debilidad. Pareció una batalla con tintes de leve épica. En 90 minutos más diez de adición dejaron el cuero, la sangre, el frenesí, la locura. Partidazo.
Deportes Tolima se ha dedicado a ser una buena empresa deportiva. Con bemoles: nadie es perfecto. Su modelo es admirable aunque tiene muchas aristas: el intríngulis de los contratos será investigado por la SIC y posiblemente colaboren. ¿Quieren pagar 2.000 millones de pesos en multas?
Millonarios dio un paso a la vez, otra vez. No se puede desayunar y cenar en el mismo horario. El 3-2 dejó apaleados a los embajadores hace unas semanas. Competían contra un rival durísimo, el mejor preparado físicamente. Son espigados, veloces, arrabaleros, cancheros. Perder podía estar en las cuentas. Pero anoche algo cambió.
Gamero estudió al rival una y otra vez. Supo dónde estarían sus falencias. Desconectó los extremos y la expulsión del chico Emerson obligó a pararse con el bloque bajo por muchos momentos del primer tiempo, algo que resultó indeseable. La lección descendió desde el oráculo de los tres palos en persona. Luis Delgado, ‘Lucho’, querido, amado, en el Olimpo de los campeones, dejó sentada su posición: “como portero nunca me gustó tener mi equipo tan bajo, nunca me gustó que mis defensas terminaran dentro de mi área agrandando. ¿Por qué lo digo? Porque el portero pierde visión del balón debido a tanta gente delante de él y esa clase de balones pasan muy rápido y no da tiempo de reacción a no ser que el balón pase cercano al portero.” Filosofía pura: así resumió el gol de los locales.
Adelantarse en el marcador con balón de jugada parada (ojo: Millonarios ya había hecho uno en tiro de esquina en cuadrangulares) fue la primera estocada en la confusión. Uribe, juicioso, aprovechó el único error defensivo del Tolima. La mandó guardar flotando entre el tiempo, el aire y la distracción generada por Giraldo, el mejor calificado de la noche. Después de eso, el empate local, sumando la roja tempranera y la reflexión de ‘Lucho’, todo fue una mezcla de preciosidad y angustia. No es normal poner tan nervioso un equipo experimentado, el vigente campeón. Todos quedaron exhaustos, como Daniel Ruiz, quien se tiró de la camilla en la zona técnica sin aire aparente. Dieron el máximo esfuerzo: hoy aplaudimos.
En el fútbol colombiano todo es sospechoso. Están bajo investigación dos equipos y un solo resultado. Se hará seguimiento estatal en el ascenso. Se cuidan bien las espaldas y el lenguaje porque “intervención” significa “desafiliación”. Esto último viene debido a la dudosa mano que derivó en un penal en tiempo de adición. El empate estaba bien. Punto de oro, como en eliminatorias. Pero el VAR se empecinó en cambiar hasta nuestro estado de ánimo. Quedó un tufillo de amargura: era repetir, ahora sí, la épica del 2012, ese amado 1-2 con gol de Otálvaro. Lastimosamente cabe la posibilidad que Juan Pablo haya dejado pasar la oportunidad de jugar otra final. Nos quedamos sin aguinaldo de tres puntos.
El jueves será lo que deba ser. Es la fecha marcada en el calendario. Es la última llamada para ganarle al vigente número uno del FPC.
Leandro J. Melo C.
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