Tolima Millonarios 2021

El día después: aplanadoras y pavimento

Me dio la sensación de un sismo. La tierra se movía. Era la vibración de una aplanadora que quería pasar por encima del asfalto caliente. Era Deportes Tolima, quien nos planchó. El corazón se remecía con violencia. Un fuerte temblor con duración de 45 minutos.

Parece lejano el 4-1 ante Junior en Bogotá. En esas tres derrotas seguidas ninguna se parece a la anterior. Del lloro y mar de lágrimas por el antifútbol (¿qué es eso?) de Equidad, saltamos al buen juego sin profundidad ante Envigado (niños canteranos con el balón pegado al pie), para intentar competir contra el actual campeón del fútbol colombiano (somos subcampeones ante ellos). Y ahí estuvo justo el primer error.

Contra un equipo físico en extremo, dotado de jugadores veloces, correlones, que mete y pega cuando es debido, Millonarios se doblegó fácilmente. Querer tener el control del partido ante un módulo experto es una tarea mayor. Jugar mano a mano contra raudos atletas, porque eso es Tolima, un conjunto corpulento, fue una invitación al suicidio. El resultado saltó a la vista.

No pareció que ellos bajaran el pie del acelerador en el segundo tiempo. Don Alberto leyó una posible solución con dos jóvenes de buen pie y mejor remate. Sin Daniel Ruiz estaríamos sepultados en el Murillo Toro. El chico no dudó en gritar a sus compañeros y ordenarlos. Bajo la protección casi paternal de Macalister, le dio influencia e ideas a un Millonarios torpe por las bandas. Los pies del niño trajeron alegría, diversión, emoción y esperanza.

Ver a Ruiz jalar el balón como Ronaldinho en sus mejores épocas, cruzar balones con el criterio de un adalid de batallas épicas y ser el capo del medio campo para luego irse hasta el extremo izquierdo, fue una invitación al ensueño. Ni qué hablar de Yúber Quiñonez: ya había avisado que le pegaría desde fuera del área hace unos partidos. Tuvo premio con balón cruzado. Y solo tiene 19 años. Y no tiene la manía de llegar hasta cinco con 50 para pegarle al arco. Aprendan de una buena vez.

Con la plasticidad de Fernando Uribe, el desasosiego fue menor. Igualar a Ayron del Valle en número de goles y marcar el gol 400 de la Liga (dato de Orlando Ascensio) fue la gota de rebeldía que, siendo honestos, no había tenido Millonarios en la era Gamero. Si de los seis minutos de adición otorgados por quien perderá su escarapela FIFA para 2022, se hubieran jugado todos completos, hubo la sensación de rescatar al menos un punto.

La consolidación de una futura estrella pasa por las tres fases del juego llamado fútbol: ganar para tener tranquilidad, empatar en los momentos justos del torneo y perder cuando se necesita un remezón dentro de la interna del equipo, así eso signifique  hacerlo varias veces. Si recordamos la final contra ellos hace unos meses, puedo asegurar lo siguiente: aún con los errores y horrores de la pasada noche, se ha despertado la llama del fuego interior que conllevará a la rebeldía después de tragar tres repeticiones del veneno de la derrota.

Esa aplanadora llamada Tolima ayudará a cimentar el final del proceso con fecha del 22 de diciembre de 2021. Hay pavimento caliente.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco