El día después: a las órdenes de un capataz perdido
Es una verdadera lástima: se escapó la oportunidad del batacazo en El Campín. No es el miedo escénico por tener la cancha repleta o ser inferiores ante un equipo como Fluminense: se trata de la ausencia de la mentada inteligencia emocional, la que no tuvo Sosa, y de la rápida transformación del héroe en villano.
Aun perdiendo, Millonarios salió aplaudido de forma tibia. Se hizo lo posible cuando todo era permisible. La euforia y la esperanza local apenas fueron alcanzadas desde el minuto siete hasta la expulsión del minuto 19. Hubo hartazgo en la adición de segundo tiempo. De las salvadas de Montero para una noche menos peor, peregrinamos hasta el cansancio y la falta de oxígeno en las piernas de Ruiz, pasando porque el medio campo de ellos superó a Vásquez y Vega.
Ellos le tenían pánico a la altura. No hay novedad. Aun así, jugaron a placer. Abel Braga apenas gesticulaba, tullido de frío, pero entendió cada uno de los momentos del partido. Si tocaba pararse atrás, los ordenaba. Si debía subir la línea 20 metros, mandó como jinete en caballo veloz. Cambios en el momento justo. Aquellos suplentes podrían ser figuras en cualquier equipo de Colombia con toda facilidad. Se florearon y pasearon por nuestras narices sus mejores jugadores disponibles. Fluminense repasó a Millonarios después del 1-2. Seguramente se fue insatisfecho porque tuvo cómo liquidar la primera batalla. Nos perdonaron también.
Para jugar la Copa Libertadores, además de una buena nómina, necesitamos un sórdido capataz que use un largo látigo para dar orden a las bestias camino del redil. No querer recordar la experiencia del pasado (cuadrangulares con Tolima, final de Liguilla y Sudamericana con Deportivo Cali y, por supuesto, la Copa local frente Alianza Petrolera) es tener tatuada la frase “¿usted no aprende, cierto?”. Por más trancazos que nos demos, no los asimilamos. El liderazgo implica reconocer que cuando alguien subordinado lo hace mejor y tiene más experiencia en algo puntual, deben darle la oportunidad de manejar la finca.
Si van a Sao Januario por favor abstenerse de cantar “movete, Millos, movete”. Dejen ese cantito de mierda en Migración Colombia.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco