Con Cabeza Fría: Vino añejo
Para muchos el derby capitalino es el más importante. Para otros, el duelo contra Nacional es el que no les deja pegar el ojo. No soy capaz de decir cuándo le cogí tanta prevención a los partidos contra el Cali, pero sin duda es éste el que me roba el sueño y me ve más eufórico y ansioso en la tribuna o frente a una pantalla.
Seguramente tendrá mucho que ver esa noche de velitas fundidas de 2003. Cuando vivía, compartimos con mi papá aquel duelo en oriental norte, cuando estuvimos tan cerca de una final que parecía increíble cumplir el sueño de cantarles en la cara a todos los compañeros de colegio ‘MILLONARIOS CAMPEÓN’ y dejar de ser el eterno equipo de 13 estrellas. Lo recuerdo a él diciéndome «Pero aún queda una fecha y tenemos chance» y yo respondiéndole «Hoy nos eliminamos».
Otro juego que tengo atravesado es un 1-4, una de las primeras derrotas de tal magnitud que presencié en el Campín (si no la primera). El Cali nos aplastó y Carlos Castro fue el anotador de la honrilla en el arco sur que vio a cuatro, máximo cinco personas de toda la lateral del mismo costado gritarlo. Las milésimas de segundo posteriores al ondeo de la malla nos vio a mí y esa minoría sentarnos, carilargos, aterrizando en la resignada realidad.
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El juego del sábado no fue ajeno a esa angustia que caracteriza mi semana previa, y tantas cosas ocurrieron en él que se graduó con honores como uno de esos partidos de matices inolvidables para la retina y el corazón. El hermoso Mayer Andrés y su sufrimiento que sentí con inmenso pesar, aplaudir con felicidad y sincero cariño al perrito que bailó a Harold Santiago y a tantos humanos, la primera tripleta azul en el clásico histórico, el penal y la expulsión después del que iba a ser un golazo anulado de ‘Macka’, regalos inesperados y al alma de ‘Leo’ Melo para mi novia y para mí y una foto con nuestras camisetas 2014 usada y firmada por el genio del dorsal 10, y hasta una foto inmediatamente posterior que nos pidió un desconocido a los tres y nos tomó atónitos y agradecidos.
El fútbol y sus partidos trascienden barreras y dejan de ser «sólo un deporte» cuando la pasión desborda tus poros. Más aún cuando pasan tantas vainas en una sola noche de delicioso vino añejo; cuando un tercer gol te sorprende con tu novia en la zona de comidas y esa especie de bocatunel en oriental sur te encuentra de pie viendo el tiro libre, estallando en júbilo y abrazándola y besándola en medio de miles de personas pero sintiéndose solos los dos; cuando en las otras tres dianas celebras en un abrazo salido desde las entrañas con tu hermano, hincha de Nacional, que fue por vivir la experiencia y compartir contigo tu enemistad futbolera más importante. Y, como si no fuese suficiente, cuando esa bandada de sucesos bellísimos pasan todos el día en el que tu ciudad amada viste sus galas cumpleañeras. ¡Bendito el fútbol. Bendito Millonarios!
Carlos Martínez Rojas
@ultrabogotano
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