Canto de gol: La costumbre de la angustia
Fue una salida extrañÃsima del CampÃn. Por supuesto celebramos los dos goles y la tranquilidad de Millonarios para manejar el resultado, nos tomamos las fotos que acostumbramos para festejar una nueva victoria, y nos despedimos todos de todos en la tribuna deseándonos un buen regreso a casa y preguntándonos quién madrugarÃa el miércoles para separar los puestos.
Pero el asunto de la rareza pasó por un habitual pesimismo. Llámese Santa Fe, Nacional, Junior, América o el rival de este domingo, siempre sabemos que son duelos de comerse las uñas, añorar dos goles de diferencia para sentirnos un poco más tranquilos, y después de ello disfrutar con mayor aire y sonrisas más amplias las canciones, los brincos y las puteadas a los jueces o los jugadores visitantes. Esas dos dianas dominicales ya decÃan “presente†sin ni siquiera llegar a la media hora cumplida de partido. Y sumado a la pobrÃsima imagen que dejó el equipo del profesor Pinto, no se veÃa por dónde Deportivo Cali nos podrÃa robar puntos.
Pero entonces allà empieza a maquinar la memoria, los recuerdos de partidos que se nos han ido de forma increÃble, las injusticias arbitrales que nos perjudican, la mala suerte que también nos ha pasado factura (como aquella mano de Daniel Giraldo del pasado jueves) y tantos relatos que podrÃamos compartir para no perder ese sentido de escepticismo y de no cantar victoria hasta que los noventa y punta de minutos se sellen con un silbatazo y una mano Ãndice señalando hacia la bomba central del recuadro verde. Y en lo personal, con lo que siempre he sufrido con mayor ahÃnco este duelo histórico en Colombia, los engranajes de la cabeza rodaban más aceitados que siempre. Las amarillas de Óscar y Kliver me llevaron a pronosticar una expulsión que cambiara el rumbo; el atajadón de Ãlvaro del segundo tiempo, más allá de ser al final, me conducÃa a pensar en la frase trillada de “el engañoso resultado de dos goles a favorâ€; y pedÃa al cielo uno más, uno para la “tranquilidadâ€, como negándome a creer tanta dicha percibida en el trámite, por lo que me emberraqué con el tanto anulado al siempre querido Omitar Bertel.
El árbitro pitó, ya con Osquitar y Mackalister en la cancha, y al fin respiré. Pero con la inusitada autocrÃtica del porqué de mi estrés de esos 99 minutos, en los que los últimos 70 pudieron ser un correo electrónico. La costumbre de la angustia me vio abandonar el escenario capitalino, dichosa de que sin argumentos ni razones le volviera a dar vida en un juego que no merecÃa existir; como si nos gustara sufrir, como si disfrutáramos la ansiedad, la miradera del reloj y los goles salvadores de los últimos minutos -es que hasta eso fue insólito: ni siquiera Jader Valencia escapó, cuando ha sido tantas veces héroe de los últimos minutos, y en sólo seis minutos se inventó un señor golazo para que la lechona y los palitos de queso se degustaran con mayor tranquilidad-. Pero igual ella vivió en mÃ, feliz y burlesca, con la certera seguridad que el próximo miércoles volverá a pavonearse por las tribunas del Coloso de la 57.
El canto de gol para acompañar esta crónica tontamente atormentada y que me terminará de ayudar a conciliar un sueño merecidamente tranquilo es ‘Minha Galera’, de Manu Chao: https://www.youtube.com/watch?v=Xfc7sBSn2Z0
Carlos MartÃnez Rojas
@ultrabogotano