Bronca e impotenciaÂ
Somos el reflejo de nuestro paÃs. Una constante expresión de violencia, de falta de ética, de esa «malicia indÃgena» que tanto daño le ha hecho a Colombia. Solo basta con ver lo sucedido en estos últimos meses: mentiras, bajezas, ataques sistemáticos, formas de lograr objetivos que no son ilegales pero sà son cuestionables.
Y todo eso se traduce en el fútbol, parte indivisible de la nuestra cultura. Lo que se vio hoy en El Campin es fiel reflejo de eso. Un equipo visitante que salió a quemar tiempo, a golpear al rival, a tirarse al piso a fingir para dejar que el tiempo pasara, a insultar al oponente. Sin ningún tipo de reparo, sin sonrojarse, fue su propuesta y les salió, se llevaron un punto de nuestra cancha. Todo con la complicidad de un árbitro permisivo y atortolado.
Acá no pretendemos ser faros de la moral, pero sà hay que poner sobre la mesa todas esas actitudes nocivas para este deporte y generar precedentes. Llevo más de 20 años viendo fútbol y este es de los partidos más descarados que me ha tocado presenciar, el Junior de Barranquilla no hizo el menor mérito para ganar el partido, siquiera para empatarlo. A punta de mañas logro su objetivo, lo vimos absolutamente todos.
También hay algo de culpa de Millonarios. Aún nos falta saber enfrentar este tipo de partidos y sortear este tipo de situaciones. Y eso lo dan los minutos jugados y la experiencia, algo que, lastimosamente, aún nos falta adquirir. No supimos apretar al árbitro, forzarlo a que tuviera determinación, hablarle con voz fuerte para hacer respetar el juego y a los jugadores. Es parte del aprendizaje en el que está este joven equipo azul.
Por último, el vaso medio lleno: seguimos dependiendo de nosotros mismos, independientemente de lo que pase con los rivales. Ganamos los dos partidos y estamos en la final. Sencillo, esas son las cuentas. La revancha está a la vuelta de la esquina, el sábado sà o sà tenemos que ganarle a Atlético Nacional, justamente a ese equipo que históricamente ha representado todo lo que no somos.Â
Por Andrés Rey @andresreyhdez