Jhon Alexander Ospina

Canto de gol: la doble moral

La hay en todos los estamentos del fútbol. Los hinchas, los jugadores, los técnicos, los dirigentes, los árbitros, los periodistas y los «periodistas». La doble moral es un ente que reina en cada estadio, tribuna y micrófono.

Repasemos el partido de anoche. Jugadas dudosas, faltas inexistentes, otras muy fuertes y sin sancionar debidamente, penales ignorados… Tanto Millonarios como Once Caldas fueron víctimas del nefasto trabajo de Ospina, sus «asistentes» que de asistir a su central poco y nada, y de un VAR al que al parecer se le fue la luz. Y la doble moral va en que tenemos que reconocer que Daniel Cataño debió ser expulsado, al igual que Nico Arévalo (nuevamente), así como con vehemencia protestamos por las faltas sobre Kevin, Sergio y Santiago que nunca fueron objeto de revisión real. Rafael Dudamel ya lo había advertido, y nosotros ya habíamos sufrido al mismo penoso VAR en la final de Copa y en Villavicencio. Pero acá las sanciones sólo son para las declaraciones en las ruedas de prensa.

La dinámica del fútbol colombiano se presta para la quema de tiempo cuando a un equipo le conviene para llevarse un resultado favorable. Nosotros sí que lo sufrimos en Bogotá cuando los partidos van empatados o en desventaja, y no pasa mayor cosa a una amarilla si acaso. Ayer Montero y Danovis le dieron esa dosis a la gente, en su estrategia de llegar a la quinta amarilla el viernes contra Envigado. Era lógico que la parcial manizalita la cogiera contra Álvaro por seguir quemando y seguirlos provocando, lo cual -OJO- no justificará nunca las agresiones a él o al plantel. La doble moral lleva dos vías acá: una, la nuestra al aberrar esas acciones en contra pero aplaudir a nuestro portero anoche (que también se pudo ir expulsado por sus gestos al ya tener tarjeta). Y la otra, la de los hinchas azules y foráneos, cuando critican a Montero pero a la salida del Campín iban a saludar a Sebastián Viera después de juegos detestables, porque «era el folclor del fútbol y los partidos». ¿Lo del guajiro no lo fue también, entonces?

A propósito de los hechos lamentables al final del partido entre Montero, César Ardila, David González y la policía, habrá personas que dirán que todo pasó por culpa de lo que hizo el cancerbero. ¿Y los incendiarios con micrófono que ni siquiera preparan un partido y saben cuántas amarillas lleva acumuladas un jugador ad portas del cierre del todos contra todos? ¿No es su trabajo, luego? Lo de Faryd Mondragón hablando de Álvaro, sus peinados, su bigote, sus actitudes y el transcurrir de partidos como el de anoche es la cereza del pastel de la doble moral. ¿No fue él quien estuvo una vez buscando a Carlos Antonio Vélez para agredirlo por criticar su floja actuación en la Selección? ¿No es Mondragón el que se agarró con hinchas en un aeropuerto por defender excompañeros? ¿No fue él quien también protagonizó un «rifi-rafe» con Gabriel Meluk?

Acá todos tenemos culpa. Los del «provinciano hijueputa» pero que nos indignamos ante la xenofobia. Los expertos actores que simulan faltas y rupturas de ligamentos o de pómulos por un empujón (a propósito de los jugadores de Caldas ayer) pero se enojan cuando no hay tiempo y les remontaron. Los árbitros que espectacular y pomposamente muestran amarillas y rojas y «se hacen respetar», pero ante los manoteos y gritos de un referente como Dayro Moreno se quedan cruzados de brazos y predomina el «juegue, juegue». Los que nos burlamos de criminales investigados o convictos en las dirigencias de los equipos, pero tenemos en la lista de directivos pasados u honorarios a sospechosos de pedofilia o corrupción. Mientras nada estricto pase (que no pasará) la doble moral seguirá marcando golazos.

El canto de gol para acompañar esta columna es ‘Siembra Justicia’ de la banda bogotana Stereo Roots:

Carlos Martínez Rojas
@ultrabogotano