Canto de gol: como la primera vez
Partido entre semana en mayo, 8:30 pm y previo a un clásico capitalino. El frÃo era bravo pero no tanto como ahora, y no eran épocas de lluvias. La boleta más barata que se conseguÃa y que podÃa comprar, porque eran dos que salÃan de mi bolsillo. Ir llenando el estadio, ir admirando la magia de ver el CampÃn azul y blanco y estallar con la alegrÃa de cantar un gol en la tribuna.
Después de esa primera vez en el estadio nos hicimos más amigos con Sergio, un vecino que también era hincha de Millonarios. No fuimos juntos aquella vez, pero él era igual o más apasionado que yo y empezamos a frecuentar el escenario de la 57 en la medida en que nuestros «sueldos» de bachillerato y nuestros permisos en casa se dieran. Pero además, no era impedimento no tener plata o aval materno o paterno, o jugar de visitante; armábamos nuestros combos de papas o con el maÃz con salchicha que nos hacÃa doña MarÃa, su mamá. Camisetas puestas, banderas decorando el mini estadio en su cuarto y ver los partidos cantando las barras y abrazándonos en los goles.
Se van olvidando muchas aventuras, claro. Pero tengo tres puntuales en mi cabeza: una victoria contra Huila en las postrimerÃas del partido con gol de Juan Carlos Jaramillo, bajo un aguacero ni el cabrón y nosotros, empapados y felices. En ese partido se habÃan subido hasta el tablero de norte a ofrecernos fungir como recogebolas porque ni para eso habÃa plata, ni inferiores, ni uniformes, ni administración. Sergio querÃa, yo dije que no para no dejar botado a mi papá y lo condené a perderse una experiencia inolvidable más en nuestra historia de hinchas. Menos mal la lavada en la popular no fue en vano.
La Copa Merconorte, sin duda alguna, de nuestros recuerdos más especiales por ser campeones de un torneo oficial por primera vez en nuestra vida. Yo habÃa ido solo al juego en Bogotá, sin boleta y al son de la suerte; entré a sur cuando terminaba el primer tiempo y después de dejar a mi novia botada y lista para terminarme. El juego en Ecuador iba en directo desde el «Estadio Camargo Forero» y, después de que escuchamos la consagración en los penales por radio, Sergio y yo salimos a gritar campeón y darle la vuelta olÃmpica al conjunto residencial donde vivÃamos. Éramos los únicos dos locos festejando en el parqueadero; éramos dos amigos viviendo una noche imborrable.
La última de esas memorias fue enfrentando a Junior. Con toda nuestra parafernalia de rigor, éramos más bien realistas frente la suerte que Millos siempre corrÃa en Barranquilla. Pero un mechudo flaco y pÃcaro llamado Julián Téllez nos rapaba de la realidad y nos devolvÃa a la tierra de la fe y la ilusión de lo imposible, con un solitario gol que nos arrancó un par de lágrimas y una felicidad infinitas, porque la proeza de los imposibles 3 puntos en la Arenosa se habÃa logrado.
Mañana, como si fuera un periodo inexplicable de siglos, volveremos al nostálgico Nemesio Camacho a ver a nuestro Millonarios. Yo hace mucho dejé de ir a norte, y Sergio hace poco también dejó de asistir con los Comandos Azules. Sin encontrarnos, estaremos ambos en oriental con la ilusión misma de esos dos niños que construyeron su pasión juntos. Con la alcahuetearÃa de las dos mamás. Con el orgullo de amar esta locura Embajadora. Y enfrentando al mismo rival que vi hace 23 años cuando fui por primera vez al estadio, y al mismo que vencimos y gozamos con mi querido amigo en su apartamento aquel abril de 2003. Mañana, como la primera vez.
El canto de gol para acompañar esta columna es ‘Hacelo Por MÃ’ de la banda argentina Attaque 77: https://youtu.be/3GubP2D5VCk?si=DJuRYFlo5Tlcixu1 y https://spotify.link/gYarzXw4QDb
Carlos MartÃnez Rojas
@ultrabogotano