10 años después: El recuerdo de la 14
La noche anterior fue solo llanto. HabÃa escrito una columna llamada «Querido niño Dios» en otro medio para el que colaboraba que desafortunadamente fue borrada. No se pudo dormir nada esa noche, entre las lágrimas, la nostalgia, los nervios y la ansiedad. Era leer y leer esa columna, pensar en todos los escenarios posibles y seguir llorando. Pasaba igual cada vez que alguien me decÃa por alguna red social o chat que también estaba llorando al leer el texto.
La mañana de ese domingo 16 de diciembre fue el largo camino en Transmilenio hasta mi casa y sorprenderme al ver todas las calles con banderas y camisetas azules por toda la ciudad, asà como también los carros que recorrÃan las calles y avenidas desde tempranas horas de la mañana. La llegada al estadio sobre las 3 pm y esas dos horas y media previas al pitazo inicial que se hicieron eternas en el centro de medios del estadio mientras el personal de Dimayor autorizaba el ingreso a la gramilla para los fotógrafos.
Mientras la espera, llegó un SMS de quien cinco dÃas después se convertirÃa en mi novia por los próximos cuatro años. Un SMS que me llenó de felicidad pero aumentó la ansiedad. Luego, la música de «Cuál es tu tusa» a solicitud de Wason en el calentamiento previo, el tifo de «Millos por la 14» que organizó Pepsi en Oriental, la bandera más grande del mundo extendida en todo el estadio. Temblaba todo.
El gol de Wilberto cerrando el primer tiempo y la charla con un amigo en Oriental Platea en el entretiempo. «Que se acabe ya», le decÃa yo, muerto de los nervios como 35 mil personas más ese dÃa en el estadio, nervios que se trasladaron a la cancha en el segundo tiempo cuando llegó el gol del MedellÃn que forzaba los penales. Los últimos minutos del partido fueron de solo rezos y oraciones a Dios: «ya me trajiste hasta aquÃ, no me la quites, por favor!», eso era lo que imploraba.
Llegaron los penales, que fueron la representación máxima de la ansiedad y la prueba reina para todos los corazones. No quise verlos junto al resto de fotógrafos, debo confesar. Me aparté un rato y me ubiqué en la parte baja de la Lateral Sur. Para ese momento, las manos las tenÃa dormidas completamente y las piernas me temblaban como si me fuera a desmayar. Cuando erró Herner, ilusión; cuando falló Ómar, miedo; cuando tocó ir a la muerta súbita, escalofrÃos; cuando Delgado se convirtió en héroe, éxtasis.
Los primeros abrazos fueron sobre la curva sur con «Chiqui» y «Pirata», de la Blue Rain. Después con los colegas de la gramilla. Luego las fotos del equipo en la ceremonia, la vuelta olÃmpica con el plantel, el abrazo casi interminable con Hernán Torres (hacia quien siempre sentiré gratitud, respeto y aprecio por ese semestre que también fue el de mis primeros viajes internacionales con el equipo). Atravesar la cancha de rodillas con Rafa Puentes, las fotos con la copa que todavÃa guardo con cariño en varias partes para que nunca se pierdan.
La salida caminando por la 24 hasta la 63, en donde una chiva llena de hinchas azules paró para saludarme y felicitarme. El encuentro con mi hermano para el abrazo más especial de la noche y con mis amigos de la barra Alfonso Senior, a la que pertenecÃa en esa época. Los tragos hasta altas horas de la madrugada hasta que esa mujer que habÃa enviado el SMS en la tarde me llamó para recogerme y celebrar con ella. Nos quedamos hasta las 8 pm juntos porque habÃa que hacer un programa de radio. Paramos en las tiendas para comprar los periódicos del lunes para guardarlos para siempre. No olvidaré el titular de El Tiempo: «El más grande», connotando que para ese momento Millos volvÃa a ser el equipo más veces campeón de Colombia.
Luego, otra columna dedicada única y enteramente a mi papá, el precursor de mi pasión por este equipo y quien seguro festejó la 14 desde el cielo (tristemente también fue borrada). Todas las emociones vividas en esas 48 horas desde la previa y hasta el postcampeonato las tengo presentes minuto a minuto en la memoria.
Alguna vez alguien me dijo que la alegrÃa de la celebración de un tÃtulo solo se podrÃa comparar con el nacimiento de un hijo. Puedo asegurar que lo que sentà ese 16 de diciembre de 2012 a hoy no tiene comparación alguna, ni siquiera cuando le ganamos la final a Santa Fe en 2017. Fue el dÃa más feliz de mi vida, y como yo no tengo hijos, difÃcilmente pueda llegar otro momento que lo destrone de ese primer lugar, quizá la coronación de un tÃtulo continental si Dios me da vida para presenciarlo.
Twitter: @elmechu