El día después: los herederos de los bellos adornos
La noche fue el sonido de pólvora, los saltimbanquis con banderas y la papayera con redoblante al compás de las luces. El equipo saltó a la cancha con el objetivo de cazar el tiburón en medio de la lluvia. Tarea resuelta. Para el colectivo hubo medalla y no se quedó ninguna sin entregar, aunque los focos se posaron en dos protagonistas principales.
Don Alberto ya puede sentir descanso. Han sido varios años de ensayos, probetas, rabietas, gozosos y dolorosos. Desde la raya del banco técnico, siempre bien acompañado por sus amigos, no dejó de creer. Nunca. Peleó, luchó, fue terco, batalló y ahora tiene victoria. Es el triunfo de la labor diaria. Es la idea de la constante repetición de su obsesión: ser fiel a sí mismo, a lo que piensa que debe ser su fútbol y, de paso, tener la impronta de que, para Millonarios, en estas instancias, jugar bien es levantar copas. Ya puede sonreír, Gamero. Vuelva a bailar de un lado a otro, como lo hizo esperando el abrazo de sus nietos en el campo de juego.
Hace 10 años, Mayer Candelo levantó esta misma Copa. Mackalister Silva estuvo con él durante un tiempo y parece que aprendió qué se debe hacer para meterse en el corazón de la gente. Los momentos son similares, porque ambos, capitanes, anotaron, aunque fuera en porterías distintas. David habla muy bien y se expresa de buena forma. A pesar de los enredos conceptuales con el significado de las palabras “mística” y “ser hincha”, tuvo la valentía de motivarnos con sus disculpas y anoche fueron más que aceptadas. El perdón implica una actitud entre dos bandos: entre todos nosotros y él, nos hemos indultado con verdad cuando nos abrazamos en ese gol y hemos usado el sello de cera de la reconciliación después que lo vimos contar “uno, dos, tres”, para levantar ese trofeo con sus amigos y compañeros.
Ante ustedes, he aquí los herederos de la espiritualidad azul: los caciques de la escritura de las nuevas páginas de la futura gloria.
Julio Décimo Comesaña, comandante del ejército simbólico y deportivo de la familia Char, fue muy medido y gallardo con sus palabras. Dijo que “la Copa queda en buenas manos” y hay que darle sentido a este cáliz obtenido. Depositemos en él lo que casi fuimos capaces de perder: fe, esperanza, optimismo, lágrimas, abrazos sinceros y aliento desmedido. Hoy es un gran día para que nosotros podamos lucir esa bella condecoración que nos adorna y embellece.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco
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