¡119 veces más grandes!
Soy un defensor de la teoría de que es mucho mejor que ganar el clásico de visitantes por el simple hecho de ver a la hinchada de Santa Fe desolada, sin esperanzas y completamente triste por ser el partido del semestre para ellos, el único que llenan (aunque esta vez ni eso sucedió), el que pase lo que pase no pueden perder. Esa sensación de ser una «minoría» en cantidad pero cantar más duro y ver a la parcial rival en silencio no tiene precio.
Ahora bien, ganar un clásico de visitante goleando (no pasaba desde 2016 y por Liga desde el 94), bailando al rival, cantando el ole de un lado para el otro y aprovechando el escenario para sacar todo el repertorio de canciones que tiene la hinchada de Millos sobre Santa Fe, hace que la victoria sea aun mucho más placentera. Eso fue lo que pasó este domingo en El Campín. Millonarios ganó, gustó, goleó, se deleitó, bailó, paseó, humilló y vapuleó sin contemplación a su rival de toda la vida, que pegó más de lo que jugó y mereció llevarse mínimo dos goles más en la bolsa.
Un duelo de estilos distintos: Millos el propositivo, Santa Fe el especulativo. El Embajador jugando a su estilo clásico de tenencia y control, inclinando la cancha y haciendo presión alta. El cardenal esperando para tratar de jugar verticar a la espalda de la defensa buscando a Morelo. El primer remate al arco fue de Mier y Montero fue monumental. Luego vino un remate al palo de Macka y otro de Herazo (que había ingresado por Jáder Valencia tras empezar como suplente y entró muy bien al partido).
El partido se desequilibró por la que es la fórmula más fuerte de Santa Fe y una de las más débiles de Millonarios: la pelota quieta. ¡Vaya paradoja! De un córner vino un cabezazo de Llinás, el rebote al segundo palo y ahí apareció Larry para empujarla y poner el 1-0.
Y apenas a los dos minutos del segundo tiempo, otro tiro de esquina, otro rebote al segundo palo y otra aparición de un jugador azul para mandarla a guardar, esta vez Diego Herazo. Y para completar, dos minutos después salió expulsado Yulián Anchico. Ahí se terminó todo para Santa Fe, dos goles abajo y uno menos en cancha. Ya no tenían como volver al partido.
Los minutos siguientes mostraron a Santa Fe con amor propio pero sin fútbol tratando de volver al partido y a Millonarios regalando la media cancha pero bien replegado atrás. Gamero mandó al campo a Celis y a Guerra por Sosa y Ruiz y con eso el Embajador tomó un segundo aire para aprovechar el desorden cardenal en la contra y así llegó el tercero, obra de Guerra a los 74. Silencio sepulcral en la parcial cardenal, carnaval puro en la parcial Embajadora.
De ahí hasta el final fue todo fiesta para la hinchada azul: el grito del ole durísimo que hasta se escuchaba en la transmisión, «Millos no tiene marido, Millos no tiene mujer, pero tiene un hijo bobo que se llama Santa Fe», «hay que saltar, el que no salte es una puta cardenal», «guardería, qué amargados que se ven, Millonarios es más grande que su puto Santa Fe», «y dónde están, que no se ven». Sonaron absolutamente todas las canciones del repertorio. Magnífico fue lo que sucedió al minuto 85: mientras los azules cantaban «un minuto de silencio para el rojo que está muerto», los seguidores santafereños empezaron a abandonar el estadio. Solo faltó una sola cosa para que fuera completamente épico, en ese momento vino un centro al área y Macka, con el arco solo, mandó el balón a las nubes, hubiera sido apoteósico.
Al partido le faltaron dos llegadas más, muy claras de Millonarios, que no terminaron en gol por obra y gracia de Dios. Así, entre cantos y abrazos azules, y entre la desolación cardenal, se terminó el que fue el mejor clásico capitalino desde el 17 de diciembre de 2017.
¡119 veces más grandes! ¡119 veces papá!
Twitter: @elmechu
Esta es la Ficha Técnica de la victoria