El día después: el termómetro del cuadrangular
La consigna antes del partido era ganar. Ya estamos grandes para bobadas y pendejadas: eso de jugar bien quedó atrás en las anteriores 20 fechas, amplio lapso para poner a rodar un buen laboratorio de pruebas. Ahora solo importa el resultado. El lirismo al ballet. Pero, como es sabido también, si hay goleada con estética, mucho mejor.
Los dos goles de Fernando Uribe, que lo encumbraron como el artillero histórico en los torneos cortos, disiparon las dudas sembradas en la semana. “¿Está bien? ¿Por qué justo ahora un bajón? ¿Será que se va?” Giraldo, otro mentado en los últimos días, fue el sólido compañero de Vega, el chico de los tres pulmones disponibles. Jader es el talismán elástico.
El estilo no muta, no cambia. El conjunto de jugadores sabe que sin traicionar sus principios y ante un rival que solo remató una vez al arco, tendrá mejores resultados si hay fidelidad al libreto. Gamero ayudó a lavar la cara llena de sudor y bronca después de la derrota en Barranquilla: si algo sabe él es recomponer el camino desde el discurso. El objetivo está más vivo que nunca.
Los próximos dos partidos, ahora sí, serán el real medidor del semestre. Tolima, enredado por los pactos de caballeros e indagatorias en la SIC, está en modo aplanadora. El más físico del torneo. El que juega sin complejos. El vigente campeón.
Y jugaremos sin Macalister, el más coreado de la noche.
Posdata: por favor ocupen sus sillas en la localidad que compraron, las escaleras amarillas no son para sentarse y no se hagan los guapos si van a gritar otras personas que los demás no estamos pintados.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco