«Con los guayos en los hombros». La historia de Hugo Galeano (primera parte)
Soy Hugo Alberto Galeano Vásquez, nací en un Barrio pobre de la ciudad de Medellín llamado Manrique Oriental, considerado una comuna, donde había mucho consumidor de drogas ilícitas y alcohol Mi familia conformada por mi padre Gabriel quien trabajaba en Coltejer, mi madre Consuelo ama de casa; de esta unión resultamos 12 hijos; 7 mujeres y 5 hombres, estrato 1, dormíamos de a dos en cada cama.
Cuando era pequeño mi vida transcurría de la casa a la escuela, toda mi primaria la estudie en la escuela Olaya herrera. En mi juventud, después de clases, me gustaba ir a trabajar ayudándole a los vecinos, era muy inquieto también. Me daban un poquito dinero pero no me importaba, me gustaba ayudar a mis vecinos y ese dinero se lo pasaba a mi madre. A mi abuelo materno no le gustaba que pasara por la cancha a ver fútbol porque había mucho vicio y el temía que yo fuera a consumir, cuando me veía, salía detrás de mí con la correa a pegarme para llevarme a la casa. Yo corría, subiendo esas pendientes para no dejarme alcanzar de mi abuelo. Daba risa verlo como subía y yo corriendo para que no me pegara por estar detrás de un balón y en las canchas. Cuando llegaba me escondía. En nuestro barrio había solares donde montábamos en los arboles a coger diferentes frutas, subíamos a las planchas de las casas. Ahora entiendo que era motricidad subirse a los arboles, en esta época ya no hay donde subirse.
Era un muchacho como todos inquieto y juguetón.
Jugábamos fútbol en el barrio con muchachos amigos de mi hermano, mayores que yo, en las calles empinadas. Yo me ponía muy feliz cuando me daban la oportunidad de jugar con ellos. Vivíamos en la calle 70 y cuando jugábamos futbol en esta calle no nos importaba los raspones en todo el cuerpo, queríamos jugar y jugar, poníamos dos piedras como porterías en la calle y yo tapaba. Cuando pasaba un bus de «Villa Hermosa» nos hacíamos a los lados y luego volvíamos a jugar. Recuerdo que a mi amigo Uber le decíamos «El rudo», jugaba descalzo y una vez levanto una tapa de alcantarilla de un vecino cuando iba a patear la pelota, no daño la alcantarilla ni se daño el pie, era un rudo, que risa….. Yo dejaba de jugar y arrancaba para la casa cuando mi mamá me llamaba a comer, y al entrar seguía jugando y le dañaba las matas a mi mamá con la pelota, ella me daba correa, y también le quebraba los jarrones en la sala, era difícil con la pelota….
Yo tendría como 13 años y mi hermano Ito 17, con él siempre estuve en el fútbol desde niño, llevaba los guayos de ambos y cuando faltaba algún jugador del equipo de mi hermano me colocaban a jugar y me protegían, era muy niño y ellos mayores.
Después entré al colegio para mi secundaria, el Inem Jose Felix de Restrepo del Poblado en Medellín. Ahí practicaba todos los deportes. Era un muchacho comprometido con las cosas, un hijo disciplinado y obediente. Le ayudaba a mi madre a arreglar la casa y a mi papa a traer el mercado. Un estudiante más o menos cumplía con lo que me pedían como hijo. Y un buen hermano; todos éramos muy unidos en la familia.
Durante mi vida como futbolista amateur nos tocaba ir a jugar con la selección de nuestro barrio Raizal a lugares lejanos que quedaban a 1 hora de camino porque no teníamos pasajes para los buses pero nos gustaba hacerlo. Me colocaban a jugar de delantero, de portero, etc. en todas las posiciones, yo me acomodaba, con tal de jugar no decía que no. En una ocasión fuimos a jugar al barrio san Lucas con la selección de nuestro barrio y ganamos, pero cuando se acabó el partido dos amigos de mi hermano, uno que le decían «Bulto» y otro «Caliche», se metieron al colegio y se cogieron unos libros y una escultura del quijote de la mancha.
El celador los vio y salimos corriendo para que no nos atraparan, preguntó “para dónde llevan esos libros», y Caliche respondió “me los llevo para leerlos” (qué respuesta tan obvia…. JAJAJAJAJAJA). Cuando corríamos el equipo rival nos empezó a tirar piedras. No teníamos para el pasaje del bus hacia la casa y era como 1 hora de camino, pero como nos gustaba jugar nos sacrificábamos y no había cansancio.
Con mi hermana Magui (Margarita) me iba a correr en las empinadas calles de mi barrio, Manrique Oriental; Subía también escalas corriendo, me preparaba.
Una vez íbamos a jugar en la cancha auxiliar del estadio en Medellín, le decían «la caja de fósforos». Jugábamos contra Skandia, un equipo que tenía un uniforme muy bonito, la gente nos decía que si nos patrocinaba el Rio Medellín, se burlaban de nuestros uniformes. Nuestras madres nos cosían los uniformes que se nos dañaban, pero les ganábamos con buen futbol a equipos bien uniformados y muchachos que los llevaban en buenos carros.
Después de ese partido nos fuimos a jugar al coliseo de basquetbol y me golpeé la frente y me abrí, sangraba tanto que corrí al baño de las mujeres sin darme cuenta y una niña me dijo “oiga este es el baño de las mujeres», no me importó porque estaba sangrando tanto que debía lavarme en el lavamanos y coger un papel que me detuviera la sangre, luego de lavarme seguí jugando con los muchachos para luego irnos a la casa. Nos divertíamos, después de los partidos seguíamos jugando con balón por donde íbamos. Era fútbol, fútbol y los guayos en los hombros; yo era Feliz.
Gracias a Dios nuestros padres nos criaron con buenos valores y no cogimos malos vicios aunque viviéramos rodeados de ellos; también recuerdo en la época de los 80s de Pablo Escobar como en mi barrio veía matar los muchachos porque eran de otros barrios y habían pasado la «línea invisible». Una vez un muchacho se bajaba del bus en la esquina de mi casa y lo mataron tirándole una roca grande encima de la cabeza, eso me dejó impresionado, tengo tantos recuerdos de tantas muertes y de cómo los mataron que es difícil olvidarlo, algunos amigos se metieron en la droga y el alcohol.
Mi primer equipo competitivo en liga de Antioquia fue Mundo color, jugaba en la 4ª categoría. Yo jugaba de lateral izquierdo y defensa central, el entrenador era el exfutbolista «Turrón» Álvarez, un señor con un carácter fuerte pero amante del buen futbol, nos llevaban a subir montaña en la parte física. Mi padre me ayudaba con pasajes para ir a entrenar, yo tendría como 15 años. A veces me colocaban a jugar en una categoría mayor, ya que el entrenador veía en mí que era buen jugador y tenía otras habilidades físicas fuertes, no tenía temor de jugar contra jugadores mayores que yo. En esa época me hicieron un llamado para entrenar con la selección Antioquia cuando la dirigía el profesor Marroquín, estuve entrenando como una semana pero no me eligieron. Yo no desfallecí, seguía entrenándome fuerte con mi equipo.
Cuando no había futbol en liga de futbol antioqueña me iba a piratear en otro equipo en el barrio, en el equipo Oro Negro, donde jugaba en la posición de volante mixto. La cancha se llamaba la López; yo sentía que era figura en ese equipo como un muchacho con sueños de futbolista, pero en mi mente no estaba jugar futbol profesional sino ser médico.
Allá nos vieron a 4 jugadores: Jhon Mario “el corrido”, delantero zurdo, Carlos Cortez “el potro”, defensa central, Carlos Rojas “Rojitas”, puntero derecho y yo; para llevarnos a Cartago. Yo seguía “con mis guayos en los hombros”. No pensaba nunca en que sería un jugador de futbol de alto nivel, mi vida transcurría entre el estudio y la casa. Cuando me dieron la noticia de ser elegido para ir a jugar a otro equipo fuera de mi barrio y ciudad me dio mucha alegría, pero tenía temor de irme porque nunca lo había pensado.
Gracias al Sr. Luis Pabón que nos patrocinaba y era amigo de don Edmer Tamayo, dirigente de Millonarios, que tenía esa filial en Cartago. Ahora entiendo que cuando estés jugando o entrenando con un equipo hay que dar lo mejor, más del 100%, porque no sabemos quién está mirando, puede ser un agente de futbol o alguna persona que te pueda recomendar como me paso a mí y a mis amigos.
Les dije a mis padres que me habían propuesto para irme a jugar en otra ciudad. Tenía 16 años, estaba en el último año para acabar mis estudios de bachillerato. Después de retirado del futbol profesional a los 40 años retome mi último año y me gradué de bachiller, en el instituto Inteco.
No podía dejar de dormir, pensaba en la ida hacia esa aventura, ya había tomado la decisión con mis padres que me apoyaron, mis hermanos muy felices de esta oportunidad y que no la desperdiciara, y me fui con los guayos en mis hombros, estaba enfocado en lo que iba a hacer y no podía perder esa oportunidad. Debía regresar a mi casa triunfante y no les dije a mis padres que me apoyaran económicamente, ya lo habían hecho, antes siempre pensaba en mejorarles su estilo de vida.
Pero existía una pregunta que debía resolver: ¿en qué posición seré más útil para cumplir mis sueños? Era un jugador de talla pequeña, no serviría de defensa central ya que el futbol en esa posición exige jugadores altos, no podría jugar de volante porque hay muchos en esa posición, no serviría de delantero porque no era tan fuerte. Así que decidí en el lapso de ese viaje que sería lateral izquierdo, y empecé a buscar qué características necesitaba para la posición porque ahí podría ser más productivo y pocos decidían ser defensas. Así empecé mi carrera como lateral izquierdo, y le doy siempre gracias a Dios por esa decisión que tomé.
El dia llegó, me iría con mis amigos hacia esta aventura. Compramos los tiquetes de Expreso Bolivariano, la ciudad de Cartago nos esperaba, solo íbamos a jugar futbol con los guayos en los hombros buscando el sueño de ser futbolistas profesionales.
Cuando llegué a la ciudad de Cartago, llegamos a una casa hogar en un segundo piso, había varias habitaciones y jugadores de varias ciudades de Colombia. Buscar un cupo para el equipo de Santa Ana de Cartago era una oportunidad que no podría desperdiciar. Prometí no volver a mi casa sin haber triunfado.
Ahí empezaba mi carrera deportiva en el futbol. Con los guayos en los Hombros.
Escrito por Hugo Galeano
Mira aquí la segunda parte: https://mundomillos.com/especiales/con-los-guayos-en-los-hombros-la-historia-de-hugo-galeano-segunda-parte/
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