El día después: volver a barajar, volver a empezar
Qué difícil resulta escribir masticando el empate de anoche. Ese problema, como encrucijada, se plantea desde la rabia del resultado en el marcador global, pasando por el buen juego del primer tiempo, hasta extrañar el equipo que alguna vez presionó.
Germán Cano nos la tiene velada y con razón. No solo por el doblete en El Campín sino porque no vieron, no repararon bien en los videos, que el primer gol de la visita fue similar a dos hechos ante América en el Atanasio. El secreto del argentino es sencillo: trabajar, quedarse después de los entrenamientos unos minutos más, cabecear, definir. Con eso recoge resultados. Señor goleador y no hay discusión.
Así como Cano fue figura, le bastaron 50 minutos al ariete José Guillermo Ortiz para echarse la hinchada al bolsillo. Si el primer gol fue reacción y posicionamiento (¿hace cuánto un tiro de esquina en corto parecía opción de gol?), en el segundo dejó un puntazo para soñar. No es Lukaku ni Benzema, pero tenemos delantero, ¡un delantero! Parafraseando al tertuliano Iván Valenciano, como se mencionó unas columnas atrás, el soporte del juego de Jorge Luis Pinto pasa por tener un ariete pivote. Se fue Ovelar y llegó el ‘tico’: mostró hambre, sangre, buenos pases e inteligencia (¿recuerdan el pase a la mitad del campo iniciando el segundo tiempo?). Gran debut pero sin el resultado esperado.
Tres de los goles del Medellín vienen causados por la misma cantidad de errores individuales. Y cuestan tanto, ¡tantísimo! En momentos definitivos, el equipo se cayó. Y en casa. Es lo que no tiene explicación. Sin respuestas para el segundo tiempo (afuera Ortiz, Pérez y Duque) ni Salazar, ni Chicho, ni Carrillo pudieron guiar un equipo que necesitaba tener el balón. Otra vez las imprecisiones jugaron en contra: tirando el balón hacia atrás, sin ideas, revoleando, sin intención y peso de ataque. Si en el primer tiempo Millonarios fue una muralla de presión, con los cambios fue un manojo de arena permeable disuelta en agua.
Anoche vimos al técnico jefe pero no el técnico líder. En las declaraciones posteriores al partido, habló de lo que vimos y con palabras conocidas: desatención, mala entrega, concentración. Más que señalar la línea defensiva, sí mencionó que “a varios jugadores les falta mundo para jugar en Millonarios”: una declaración francamente explosiva e innecesaria por el contexto de la derrota. El líder debe corregir en privado sin señalar en público: es echarse otra carga más, como hablar de los árbitros y la famosa continuidad de juego. Esa frase, ese señalamiento, es dinamita al lado de la candela.
Fracaso o no, nosotros los hinchas estamos dolidos porque Bogotá es la plaza donde otros vienen a clasificar: por lo menos es la constante en la era Pinto. Dos veces que son profundas puñadas que calan en el corazón. El Millonarios récord local y récord visitante, más otros datos estadísticos más, palidece en los momentos críticos de los partidos, cuando las papas queman realmente.
Recuperarse será difícil. Costará armar una defensa sólida. Será complicado convencer que podemos presionar desde el medio campo. Es volver a barajar y empezar de nuevo. Pero hay un aliciente novedoso: ¿el señalamiento hacia varios jugadores, mencionado por el técnico, podría entenderse como una motivación para mejorar? ¿Les servirá?
Próxima parada: Equidad en el Nemesio Camacho.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco